Alicia en el país de las maravillas

Hoy el Cuento de la categoria Cuentos Clásicos sobre Alicia en el país de las maravillas

Alicia en el país de las maravillas

El cuento de Alicia en el país de las maravillas

Una tarde calurosa de verano estaba Alicia en el río al lado de su hermana. Trataba de matar el hastío como podía cuando de pronto pasó por allá un conejo que llevaba puesto un chaleco.
– ¡Llegaré tarde! – afirmaba el animal mirando su reloj
Alicia lo prosiguió hasta una madriguera, entró tras él y cayó por un largo pozo hasta el momento en que de pronto apareció en una sala que tenía muchas puertas, y en el centro mesa de vidrio que contenía una llave dorada. Probó a abrir con ella todas y cada una de las puertas hasta el momento en que halló la que abría. Del otro lado había un jardín bello mas la puerta era demasiado pequeña para ella. Miró cara la mesa y vio una botella con una etiqueta que decía: “bébeme”.
Tomó un tanto que se hizo tan pequeña que pudo pasar por la puerta hasta el jardín. Mas entonces se percató de que se había dejado la llave sobre la mesa y ahora no llegaba hasta ella. Hasta el momento en que descubrió que bajo la mesa había una caja con un pastel en el la que ponía “Cómeme”. Alicia hizo caso y comenzó a medrar y medrar hasta el momento en que llegó prácticamente a los 3 metros de altura y se golpeó con el techo de la habitación en la cabeza. Mas claro, ahora no podía regresar al jardín y eso hizo que se pusiese a plañir.
Al cabo del rato apareció por allá el conejo blanco con unos zapatos blancos en una mano y un enorme abanico en la otra.
– ¡La duquesa se enojará si la hago aguardar! – afirmaba
– ¡Señor conejo! Espere un instante por favor – chilló Alicia
Mas el conejo salió corriendo a toda velocidad. Tanto, que se le cayeron los guantes blancos y el abanico. Como hacía mucho calor en aquel sitio, Alicia cogió el abanico del conejo y empezó a abanicarse con él. Como se percató de que volvía a hacerse pequeña otra vez, lo soltó velozmente antes que fuera demasiado tarde.
Procuró nuevamente coger la llave de la mesa, resbaló y de pronto apareció metida en agua salobre hasta la barbilla. Mas no era agua salobre. ¡Era el estanque de lágrimas que había producido ya antes al echarse a plañir!
Pronto el estanque se llenó de todo género de animales: un dodo, un ratón, pájaros, un pato… todos comenzaron a nadar juntos y consiguieron llegar hasta la ribera del estanque. Como todos estaban muy mojados y deseaban secarse, el dodo planteó un entretenido juego: todos correrían en círculo a su antojo y se detendrían en el instante en que quisiesen. Alicia creyó que era un juego un tanto extraño, mas como todos ganaron le pareció ameno.
Entonces pasó por allá nuevamente el conejo. Estaba nerviosísimo y miraba a todos lados buscando algo.
– ¡Debo hallarlos! Debo hallarlos como sea o bien sino más bien la duquesa…
Alicia, que oyó al conejo, supo enseguida que lo que estaba buscando eran sus guantes blancos y su abanico.
– ¡Mary Ann ve a casa ya y tráeme unos zapatos y un abanico!
Alicia creyó que le confundía con su doncella, mas como deseaba asistirle le obedeció.
En la casa halló una mesa sobre la que había un abanico y 2 o bien 3 pares de enanos guantes blancos. Al lado una botella de cristal sin etiqueta alguna. Decidió probarla y de pronto, medró tanto que quedó encajada en la casa y ya no pudo salir.
El conejo y otros animales trataron de sacarla y hasta pensaron en abrasar la casa y por último sucedió que cayó una granizada de piedrecillas. Lógicamente, no eran piedras comunes y Alicia se percató de que se transformaban en pastas de té cuando caían al suelo. Comió una y…. ¿qué pensáis que pasó? Que Alicia volvió a hacerse pequeña y salió corriendo de la casa.
Se adentró por el bosque y decidió que primero debía hacer era recobrar su tamaño, y lo segundo, volver al hermoso jardín.
Al cabo del rato se halló con una oruga que desde lo alto de una seta, fumaba en un narguile.
– ¿Quién eres? – preguntó la oruga
– Creo que ya no lo sé. He alterado en tantas ocasiones de tamaño que me siento un tanto confundida – afirmó Alicia
¿De qué tamaño deseas ser?
– Me agradaría ser un tanto más grande…
– Un lado de te va a hacer más grande y el otro más pequeña – respondió la oruga mientras que se bajaba de la seta y se distanciaba entre la yerba
Alicia continuó unos momentos tratando de comprender lo que había dicho la oruga hasta el momento en que al fin lo logró. Arrancó un pedazo del lado derecho de la seta y lo mordió. Se hizo tan pequeña que su barbilla se golpeaba con los pies, con lo que mordió un pedazo del lado izquierdo de la seta. Mas su cuello comenzó a medrar tanto que sus manos no le llegaban a la cabeza y un pájaro la confundió con una víbora. Volvió a comer de uno y otro lado hasta logró recobrar su tamaño frecuente.
Llegó a un claro en el bosque en el que había una casa de un metro de altura. Comió otro pedazo de la seta para hacerse más pequeña y entró dentro. En la cocina de la casa había una chef que preparaba una sopa que olía mucho a pimienta, junto a ella había un gato que no paraba de sonreír y en el centro estaba la duquesa sentada en un taburete arrullando a un bebé. Indudablemente, era un sitio muy curioso.
– Disculpe, ¿podría decirme por qué razón el gato sonríe de oreja a oreja? – preguntó Alicia
– Pues es un gato de Cheshire – afirmó la duquesa – A propósito, debo irme a jugar al croquet con la reina. Toma, puedes arrullarlo si deseas – afirmó la duquesa lanzándole el bebé a Alicia.
Alicia se adentró nuevamente en el bosque con el bebé, que por otra parte, no se parecía en nada a un pequeño. Cuando lo apoyó en el suelo este se transformó en cerdo y se fue trotando dichosamente.
Alicia comenzaba a estar verdaderamente perdida cuando se halló con el gato de Cheshire.
– Gato de Cheshire, ¿podrías decirme qué dirección debo tomar?
– Depende de dónde desees ir… Si sigues por allá te hallarás con el Sombrerero y si lo haces por allá con la Liebre de marzo. Mas no importa, por el hecho de que los 2 están igualmente locos.
Alicia decidió visitar a la Liebre de marzo, ya que había conocido ya antes a otros sombrereros.
En el jardín de la casa de la Liebre estaban y el Sombrerero tomando el té. Alicia decidió sentarse junto a ellos, si bien semeja que eso no les agradó demasiado.
– ¿Exactamente en qué se semeja un cuervo a un escritorio? – preguntó el Sombrerero a Alicia abriendo mucho los ojos
Tras unos momentos pensando, Alicia terminó contestando:
– Me rindo, no lo sé
– Yo tampoco. No tengo la más recóndita idea – afirmó el Sombrerero – A propósito, son las 6. Acá son siempre y en todo momento las 6. Con lo que es la hora del té.
Alicia no comprendía realmente bien las cosas de las que charlaban la Liebre y el Sombrerero con lo que decidió irse.
Volvió a adentrarse en el bosque cuando se halló con un árbol con una puerta. Entró y volvió a lla sala con la mesa de cristal. Mas esta vez Alicia lo consiguió: cogió la llave dorada y abrió la puerta que daba al jardín, mordió un pedazo de seta hasta el momento en que midió unos treinta centímetros de altura y se adentró por el corredor hasta llegar al bello jardín.
En ese instante, sonó un enorme estruendos y empezaron a llegar soldados, cortesanos y también infantes, todos vestidos como la baraja de cartas. Al final de todo este séquito apareció el conejo blanco y el Rey y la Reina de corazones.
– ¿Quién es esta? – preguntó la Reina señalando a Alicia
– Soy Alicia, su majestad.
– ¿Sabéis jugar al croquet?
– Sí – respondió Alicia
– ¡Entonces, ven!
La pequeña no había visto jamás jugar al croquet de esa forma. El campo estaba lleno de agujeros; las bolas eran erizos; los mazos, flamencos; y los soldados continuaban doblados formando los aros. Además de esto todos jugaban al unísono discutiendo todo el rato y toda vez que la Reina se enojaba chillaba “¡Que le corten la cabeza!”
Cuando ya no quedaron jugadores, pues todos habían sido condenados a muerte por la reina, se terminó la partida de croquet.
Alicia prosiguió sus aventuras en el País de las Maravillas, conoció a la Falsa Tortuga y asimismo al Grifo, un animal fabuloso mitad águila, mitad león.
Hasta el momento en que un día el país entero se paralizó por el hecho de que comenzó el juicio.
El conejo blanco hizo sonar 3 veces la trompeta y expuso en voz alta:
– La Reina de Corazones preparó unas tartaletas en un día de verano y la Jota de Corazones le hurtó las tartaletas y se las llevó a otro lado.
Se armó un enorme revuelo en la sala y comenzaron a declarar los testigos. El primero en hacerlo fue el Sombrerero, tras él lo hizo la chef de la Duquesa y cuál fue la sorpresa de la pequeña Alicia cuando escuchó su nombre como próximo testigo que debía declarar. Al levantarse había crecido tanto que volcó un banco de la sala, y con él, todos y cada uno de los animales que estaban en él sentados.
La chica afirmó no saber nada del tema de las tartaletas. El juicio siguió y cuando el acusado de hurtar las tartaletas, la Jota, estaba a puntito de ser condenado Alicia intervino en su ayuda.
– ¡¡Que le corten la cabeza!! – chilló la Reina con sus fuerzas señalando a Alicia
Entonces toda la baraja se elevó por el aire y cayó sobre Alicia asustándola.
– ¡Alicia, lúcida! Llevas durmiendo un buen rato – afirmó su hermana
– ¿Eh? Ah sí… Si supieses todas y cada una de las cosas que he soñado…
Y la pequeña empezó a contar a su hermana tal como las recordaba todas y cada una aquellas extrañas historias que había vivido en el País de las maravillas.
Al cabo del rato Alicia se levantó y salió corriendo y su hermana se quedó dormida pensando en la pequeña Alicia y en sus aventuras hasta el momento en que asimismo comenzó a soñar. En su sueño vio al Conejo Blanco, al Ratón cruzando el estanque, a la Liebre de marzo tomando el té, y la Reina de Corazones condenando a muerte a sus convidados…
Tras esto pensó en su hermana. En de qué forma en un tiempo se haría mayor mas a pesar de eso seguro que contaría historias fantásticas a otros pequeños recordando con ellas sus felices días de niñez.

Qué aprendimos del cuento Alicia en el país de las maravillas

Esta historia nos habla del valor de la inocencia mediante Alicia, una pequeña que se adentra en un difícil planeta de adultos en pos de aventuras, y en el que en muchas ocasiones no consigue comprender qué sucede a su alrededor. Su ingenuidad, unida a su ingenio – otro valor que pone de manifiesto esta historia – nos prueba que es capaz de salir airosa de las más difíciles situaciones en las que se ve envuelta en el País de las Maravillas. Finalmente asimismo nos habla de justicia en el punto en el que Alicia interviene para proteger a la Jota, acusada de hurtar las tartaletas de la Reina.

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