El jardín de Dulceflor

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El jardín de Dulceflor

El cuento de El jardín de Dulceflor

Érase una vez una joven princesa llamada Dulceflor que soñaba con tener el jardín más hermoso del reino. Cuando llegó su aniversario sus progenitores le obsequiaron un terreno enorme a fin de que lo cultivase como a ella más le agradase, y le dieron asimismo todo género de semillas y herramientas para esto.
Dulceflor, muy agradecida por el regalo, comenzó a trabajar en su jardín. Al comienzo trabajaba sin reposo. Mas pasaban los días y Dulceflor comenzaba a fatigarse. El jardín con el que había soñado tardaba en florecer, y se sentía poco a poco más triste y decaída.
Un día pasó por allá un hombre con aspecto enigmático. Al ver a la princesa trabajar con tan pocas ganas, se aproximó a ella y le preguntó:
– ¿Qué te ocurre, princesa? ¿Por qué razón estás tan triste?
– Mi jardín no es tan bonito como lo había imaginado -respondió -. Todas y cada una de las pequeñas de mi reino tienen bellas flores en sus balcones y aún no he visto florecer ninguna en mi gran jardín.
– Quizás pueda asistirte el hombre-. Toma esta pócima mágica y echa unas gotas de ella en tu jardín. Al día después empezarán a aflorar las flores mas habrás de ser quien con tu trabajo y esmero lo mantegas bello. En caso contrario el jardín se transformará en tierra seca en la que no volverá a medrará nada.
– ¡Gracias, buen hombre! Voy a hacer lo que me has dicho-afirmó encantada la princesa. Y se fue a regar su jardín con aquella pócima mágica.
Cuando Dulceflor se despertó por la mañana siguiente halló que de su jardín habían brotado las primeras flores. Mas estas aún eran pequeñísimas y no podían competir con las de las otras pequeñas del reino. La princesa estaba muy desalentada pues no era eso lo que aguardaba encontrarse.
– ¡Ya sé! Seguro que si echo unas gotas más de la pócima mañana voy a tener un jardín muy profundo y lleno de flores.
Con lo que esa tarde cogió el frasquito mas de tantas ganas que tenía de tener el jardín más bello del reino…acabó echando el frasco entero.
Mas cuando al día después despertó y se asomó a la ventana para poder ver su jardín Dulceflor vio que las flores estaban marchitándose y que la yerba comenzaba a mudar de color. Procuró velozmente el frasquito de la poción mágica, mas no quedaba nada. Entonces observó que había un mensaje grabado en la base de la pequeña botella que decía: “Búscame en el bosque”.
Dulceflor fue al bosque en pos de más poción mágica, pensando que el hombre que se la había proporcionado quizás tendría un tanto más. Tras pasear múltiples horas consiguió dar con él.
– Buen hombre, necesito tu ayuda, mi jardín se muere
– ¡¿De verdad?! ¿Qué ha pasado?
– No lo sé, solo eché unas gotas como me afirmaste-explicó la princesa.
– Um… que extraño Te afirmé que echases unas gotas y lo sostuvieras con tu esmero y tu trabajo. ¿Es eso lo que has hecho?
– Lo cierto es que no.. lo siento… Yo solo deseaba que mi jardín fuera el más precioso y ahora… ahora se está mustiando – afirmó la pequeña entre lágrimas.
– En un caso así lo siento mas no puedo hacer nada por ti. Deberás regresar a casa.
La pequeña retornó realmente triste a su palacio. Cuando llegó, su jardín estaba mustio. Se tapó la cara con las manos y comenzó a plañir. Sus progenitores se aproximaron al verla y Dulceflor les explicó muy arrepentida lo que había ocurrido.
– Bueno hija mía, basta de lágrimas. Seguro que has aprendido la lección. Además de esto, quizás todavía tengas una ocasión de lograr un jardín precioso. Levanta la cabeza y mira eso – afirmó su padre el Rey.
En el fondo del jardín marchito había una pequeña zona en la que había quedado un tanto de yerba sana a la que no había llegado la poción.
A lo largo de días Dulceflor regó y cuidó esa pequeña porción de tierra hasta el momento en que por último y al cabo de cierto tiempo, terminó teniendo un pequeño jardín que si bien jamás llegase a ser tan grande y fantástico como el que había logrado con la poción, le hizo feliz con cada nueva flor.
De esta forma cuando le preguntaban cuál era el secreto para tener una jardín tan bonito siempre y en toda circunstancia respondía: ¡Trabajar duro y gozar con cada pequeño detalle!.

Qué aprendimos del cuento El jardín de Dulceflor

Este cuento deja claro a los pequeños que para conseguir lo que deseen van a deber esmerarse, trabajar y ser pacientes hasta el momento en que lleguen los resultados que aguardan. Además de esto asimismo les recuerda que deben aprender a conformarse con lo que tienen sin envidiar a el resto pequeños. Algo que la princesa Dulceflor termina aprendiendo al final del cuento cuando se percata de que su jardín puede ser igualmente bonito que el resto si bien sea más pequeño.

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