El zurrón que cantaba

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El zurrón que cantaba

El cuento de El zurrón que cantaba

Había una vez una pequeña a la que su padrino obsequió por su aniversario un pequeño anillo de oro. La pequeña estaba encantada con él y lo miraba una y otra vez al tiempo que su madre le recordaba que debía tener mucho cuidado si no deseaba perderlo.
Un día como otro cualquiera la madre mandó a la pequeña a la fuente a buscar agua y esta se quiso lavar las manos ya antes con lo que quitó el anillo y lo apoyó cuidadosamente encima de una piedra. Cuando terminó llenó su jarro y se fue a casa. Hasta el momento en que de pronto a medio camino…
– ¡Uy el anillo! ¡Me lo he dejado en la fuente!
Mas como ya estaba cerca de casa, decidió llevar primero el agua a casa y también ir corriendo después a la fuente. Mas cuando llegó allá todo cuanto había era un mendigo con las ropas rotas y sucias con un enorme macuto en el suelo.
– Oiga señor, ¿no va a haber visto un anillo que estaba por acá?…
– Está en este macuto. Entra y cógelo
Mas cuando la pequeña entró el hombre lo cerró de forma rápida y se llevó el macuto con él.
– Pero te vale que sepas cantar niñita, pues no trabajaré para mantenerte…
La pequeña oía desde el interior del macuto la temible voz del mendigo pensando qué sería de ella.
Al día después el hombre llegó a un pueblo y comenzó a chillar que tenía un macuto que charlaba. Cuando las primeras personas se aproximaron para verlo le afirmó a la niña:
– Canta macuto, o bien te doy con esta lanza en la panza
Y la pequeña comenzó a cantar de improvisto:
– En un macuto voy metida, en un macuto voy a morir, por un anillo de oro que en la fuente me dejé
La gente del pueblo aplaudía encantada ante semejante espectáculo e inclusive le lanzaban monedas al hombre. Absolutamente nadie imaginaba que en el macuto lo que había era realmente una pequeña.
Mientras, la madre de la pequeña comenzó a intranquilizarse al ver que su hija tardaba demasiado en regresar de la fuente. Fue a procurarla mas allá solo halló su jarro. Todos en el pueblo comenzaron entonces a procurarla mas no había ni indicio de ella.
Al cabo de cierto tiempo, un vecino del pueblo fue al pueblo de al lado al que había feria y coincidió que en la plaza estaba el hombre del macuto, quien nuevamente repetía su espectáculo.
– Canta macuto, o bien te doy con esta lanza en la panza
Y la pequeña cantaba:
– En un macuto voy metida, en un macuto voy a morir, por un anillo de oro que en la fuente me dejé
Mas el vecino halló algo extraño en la voz de la pequeña, con lo que se aproximó al mendigo.
– ¡Qué espectáculo más fantástico!
– Gracias, gracias
– Debería venir a mi pueblo. Vería como le llenaban los bolsillos de monedas
– En un caso así no se preocupe, que mañana voy a ir por allá
Cuando el vecino volvió a su pueblo fue de forma rápida a contarle a los progenitores de la pequeña lo que le había dicho aquel hombre.
Al día después el hombre del macuto llegó a la plaza del pueblo. Allá estaban los progenitores de la pequeña que aguardaban inquietos el instante en que el macuto cantase para saber si era o bien no su hija.
El hombre cogió su lanza y dijo:
– Canta macuto, o bien te doy con esta lanza en la panza
Y la pequeña cantaba:
– En un macuto voy metida, en un macuto voy a morir, por un anillo de oro que en la fuente me dejé
Los progenitores supieron que estaban en lo correcto cuando oyeron la voz de la niña: era su hija la que cantaba. Aguardaron a que acabase el espectáculo para charlar con el hombre y también invitarlo a cenar a su casa.
– Suba a la cocina con mi marido y déme si desea el macuto que se lo guardo acá – afirmó la madre
– Ah si si, tenga muy afable
Cuando la madre abrió el macuto salió de dentro su hija asustadísima y contenta de regresar a verla. Su madre le dio un abrazo y le mandó ir a buscar al cánido y al gato para meterlos en su sitio y que el hombre no se percatase de que no estaba.
– ¡Vas a ver que sorpresa se va a dar cuando lo abra! – afirmó la madre
Cuando al día después el hombre llegó a otro pueblo dijo:
– Canta macuto, o bien te doy con esta lanza en la panza
Mas el macuto no cantó. Conque el hombre le dio con la lanza y volvió a decir lo mismo. Esta vez del macuto salieron maullidos y ladridos. La gente comenzó a sisear al hombre, quien volvió a clavar la lanza en el macuto. Dentro, el can y el gato estaban poco a poco más disgustados y no dejaban de pelearse.
El hombre colérico, abrió el macuto mas entonces… el cánido salió y le mordió la nariz y el gato le llenó la cara de raspones. Y por si acaso esto no fuese poco, la gente del pueblo estaba tan enojada por el hecho de que hubiera tratado de engañarlos que fueron a por palos para darle su justo.
Afirman que el pobre hombre del macuto quedó tan maltrecho que aún no se ha recuperado. Y desde ese momento todos y cada uno de los pequeños saben tal como les afirman los mayores, que si se portan mal el hombre del macuto va a venir a procurarlos.

Qué aprendimos del cuento El zurrón que cantaba

Esta historia de leyenda nos habla de la obediencia. El hecho de que la pequeña no prosiga la advertencia de su madre en comparación con anillo es el desencadenante de toda la historia. Sirve entonces a fin de que los pequeños comprendan la relevancia de proseguir las indicaciones de sus progenitores.
Por otra parte, asimismo habla de la argucia como forma de hallar una solución a los inconvenientes. Lo hace en el momento en que nos cuenta la idea de los progenitores de invitar al hombre a cenar para poder abrir el macuto y sacar a la pequeña y asimismo con la idea de la madre de meter al can y al gato en el macuto
a fin de que el hombre no se de cuenta de que ya no está su hija.

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