Hoy el Cuento de la categoria Cuentos Originales sobre Ana y las margaritas
El cuento de Ana y las margaritas
En una urbe lejana mas muy similar a la nuestra vivía una pequeña de nombre Anita. Tenía el pelo rizado y castaño y sus ojos eran celestes como el mar. A la pequeña le agradaba mucho cantar y observar las flores de los jardines.
Mas lo que más le agradaba y hacía además de esto con mucho cariño y dedicación era plantar margaritas en el jardín de la casa de su abuelo. Juntos las regaban y cuidaban hasta el momento en que estaban suficientemente grandes para venderlas en el mercado de flores. Con el dinero que sacaban asistían juntos a los pequeños más necesitados.
Una mañana de verano, estaba Anita en la casa de su abuelo de regando las margaritas en el momento en que una señora con un sombrero cobrizo y un pequeño en los brazos se aproximó y le dijo:
-Pequeña, ¿podrías darme algo de comer o bien algún dinero? No tengo trabajo y mi esposo está enfermísimo.
– Un instante señora, entraré dentro a charlar con mi abuelo. Seguro que puede asistirle
Mas el abuelo de Anita se había quedado dormido mientras que veía la tele y la pequeña no deseó despertarlo. Conque en ese instante tuvo una enorme idea:
– Ya sé lo que vamos a hacer. Vamos a ir juntas al mercado a vender las flores como cada miércoles y le voy a dar todo el dinero que ganemos.
– Gracias pequeña, me semeja una idea estupenda.
La pequeña cortó un enorme ramo de flores del jardín y lo adornó con unas ramitas verdes de helechos plumosos, con él partieron cara el mercado para vender las flores.
Anita ofrecía sus margaritas a todos y cada uno de los que pasaban a su lado cantando una pequeña canción que misma se había inventado:
-¡Señora, señorita, por favor cómpreme estas margaritas para darme una ayudita!
Todo el planeta se paraba para oír su voz angelical y le adquiría un ramito de flores tan preciosas y fáciles como .
Cuando todos y cada uno de los ramos de margaritas estuvieron vendidos, le solicitó a la señora con el pequeño que la acompañase hasta una tienda próxima. Allá adquirió 3 panes, un pedazo de queso y una botella de leche y se los dio a la señora del pequeño al lado del dinero que había sobrado.
– Gracias pequeña, eres buenísima. Me agradaría darte algo a cambio, mas ya ves que no tengo mucho
¡Espera! Quizá sí tenga algo que pueda darte.
La señora sacó del bolsillo de su viejo abrigo una bolsa de lona azul y se la entregó a la pequeña.
– Esta bolsa contiene unas semillas. Debes plantarlas en tu jardín esta noche. No lo olvides.
Después la mujer y el pequeño le dieron un fuerte abrazo a Anita y esta se lo devolvió con cariño.
Mientras que los veía perdiéndose al final de la calle del mercado, se quedó pensando en las palabras de la señora.
Cuando Anita llegó a su casa ya era mediodía y su madre la aguardaba para comer.
cuando acabó y sin contarle lo sucedido a su madre, Anita le solicitó permiso para plantar las semillas en el jardín de su casa.
Aguardó a que se hiciese por la noche y las plantó con esfuerzo una por una para entonces regar la tierra donde descansaban. Después estuvo jugando a las muñecas y se fue a dormir.
Al día después cuando Anita despertó, fue corriendo al jardín y se llevó una enorme sorpresa: de las semillas que le había dado la mujer del sombrero cobrizo habían brotado unas bellas rosas blancas, más preciosas aun que las margaritas que plantaba en el jardín de su abuelo.
La pequeña vendió las rosas blancas en el mercado, y asimismo las margaritas del abuelo y cuando terminó el verano juntó todo el dinero que había ahorrado.
– He oído que van a edificar una escuela para los pequeños que más lo precisan y me agradaría asistirles con esto – afirmó la pequeña entregando a su abuelo todo el dinero
– ¡Mas qué buena eres Anita! Estoy muy orgulloso de tener una nieta como .
Anita jamás olvidó a la señora del sombrero cobrizo y pese a no volverla a ver jamás más, no pasó ni un solo día sin que en silencio le diese las gracias por su regalo puesto que gracias a ella entendió que ser espléndido con los que lo precisan tiene fantásticas recompensas.
Qué aprendimos del cuento Ana y las margaritas
Este cuento nos habla por una parte de la esplendidez. Nos cuenta de qué forma la pequeña Anita aprende a compartir lo que tiene con quien lo precisa – la señora del sombrero cobrizo y su hijo en un caso así – y que a cambio es muy feliz.
Un caso asimismo de bondad y de esmero, puesto que la pequeña venderá flores a lo largo de todo el verano para reunir suficiente dinero con el que asistir a otros pequeños.