La manta mágica

Hoy el Cuento de la categoria Cuentos Originales sobre La manta mágica

La manta mágica

El cuento de La manta mágica

Elisa era un pequeña amena y alegre que pasaba bastante tiempo jugando en el jardín de su casa. Un día se distrajo y se le hizo tarde. No se percató de que comenzaba a hacer frío y se puso enferma. Su mamá decidió llevarla a casa de la abuela a fin de que la cuidara mientras que se recobraba.
A Elisa le encantaba ir a casa de su abuela por el hecho de que siempre y en toda circunstancia le contaba historias fantásticas de cuando era joven. La abuela de Elisa era un genuina aventurera.
Cuando Elisa y su mamá llegaron a casa de su abuela se hallaron con la puerta abierta, mas no había absolutamente nadie. Sobre la mesa la abuela había dejado una nota para la mamá de Elisa:
“Enseguida vuelvo. Si debes marcharte, deja a la pequeña apacible en el sofá y cierra la puerta. Mas dile a la pequeña que no le abra la puerta a absolutamente nadie, que abro con mis llaves”.
La madre de Elisa tenía unas cosas urgentes que hacer, con lo que dejó a la pequeña en la casa de la abuela y se fue. Mas ya antes se cercioró de que Elisa había entendido que no podía abrir la puerta a absolutamente nadie.
-Y, ¿si es la abuela la que llama a la puerta? -preguntó Elisa.
-La abuela tiene llaves, hija -respondió su mamá-. Si alguien llama y te afirma que es tu abuela no te fíes y no abras. La abuela no va a tardar en venir.
La mamá de Elisa se fue y la pequeña se quedó en aquella casa que tanto le agradaba. Se echó en el sofá y cogió uno de los libros que tenía allá su abuela para ella.
De pronto halló algo muy curioso junto a ella, sobre el sofá. Era una manta que jamás ya antes había visto. Se la puso sobre las piernas y…
-Ah! -chilló-. ¡Mis piernas! ¡¿Dónde se encuentran mis piernas!?
Sin saber realmente bien lo que hacía, quitó la manta que ya no se veía, y las piernas aparecieron nuevamente.
-¡Es una manta mágica! ¡En el momento en que te la pones te haces invisible!
Estaba muy conmovida jugando a ocultarse con aquella manta tan increíble que hacía que si te metías debajo desaparecieses absolutamente sin que absolutamente nadie te viese a ti ni un pelo. ¡Era increíble!
Tan entretenida estaba Elisa con su manta que cuando oyó tocar a la puerta se olvidó de que no debía abrir, y se dirigió resuelta a abrir.
¿Qué sucedió cuando abrió? Puesto que lo típico: el lobo malo que deambula las casas de las abuelas cuando tienen a sus nietas en casa estaba allá. Elisa no se lo creía. A Dios gracias, se le había olvidado quitarse la manta y el lobo no podía verla, conque se fue retirando poquito a poco, de forma silenciosa, a fin de que no la oyese, hasta el momento en que logró llegar a la habitación y se metió bajo la cama, sin quitarse la manta.
El lobo comenzó a buscar. Abrió todas y cada una de las puertas y miró en todos y cada uno de los guardarropas. Aun miró en los cajones. Si bien lo cierto es que fue algo un tanto extraño ¿Quién se iba a meter en un cajón?
Justo cuando entraba en la habitación, al lobo le sonó el móvil. Claro, pues los lobos asimismo se amoldan a los nuevos tiempos. La llamada era de su cómplice, una loba a la que habían apaleado prácticamente en tantas ocasiones como a él de lo mala que era.
-¡Sal de ahí!- le afirmó la loba por teléfono -. La abuela llega ya y te pillará.
El lobo comenzó a dar vueltas sin ningún sentido, sin saber dónde meterse. Al final, decidió meterse bajo la cama.
¡Oh, no! ¡Bajo la cama estaba…. Elisa! Cuando la pequeña sintió que se metía el lobo dentro se puso a tremer de temor. Entonces recordó que no la podía ver por el hecho de que llevaba puesta la manta mágica, conque aguardó hasta el momento en que su abuela entrase. La pequeña recordó que la puerta se había quedado abierta, con lo que supo que la abuela sospecharía algo cuando la viese. Era una genuina aventurera, seguro que estaba preparada.
Cuando Elisa sintió los pasos de su abuela, lentos y pausados, se imaginó que estaba al acecho, como en sus aventuras. Cuando la apreció más cerca, le dio un pellizco al lobo donde más duele. La sorpresa y el dolor hicieron que el lobo pegase un grito y saliese como desquiciado de bajo la cama. Cuando salió, la labuelita le pegó un golpe tan fuerte con un palo que el pobre lobo salió medio atontado de allá.
Cuando había pasado el riesgo, la abuela afirmó con voz firme:
-Elisa, ya puedes salir de bajo la cama.
-¿De qué forma sabías que estaba ahí metida, abuela? -preguntó la pequeña, sorprendida.
-Por el hecho de que hubiese hecho lo mismo que hija mía-respondió-. Seguro que has pasado mucho temor.
-Bueno, no tanto -afirmó la pequeña con cara de valiente -. Esta manta que me he encontrado y que te hace invisible me ha ayudado.
-¡Uy, la manta, la manta! -afirmó la abuela -. ¡Dichosa manta! Seguro que te entretuviste jugando con ella y no te percataste de que no debías abrir la puerta.
-Lo siento, abuela. Ya he aprendido la lección. De ahora en adelante voy a estar más atenta y voy a pensar ya antes de hacer las cosas.
Desde ese momento, Elisa tiene siempre y en toda circunstancia cerca la manta de su abuela, mas no ha vuelto a abrir la puerta a absolutamente nadie y presta atención a todo cuanto le afirman, por si las moscas.

Qué aprendimos del cuento La manta mágica

La historia de Elisa debe valer para que los pequeños comprendan lo esencial que es obdedecer a sus progenitores. Deben entender que siempre y en toda circunstancia les afirman las cosas por su bien y que no continuar sus indicaciones solo puede conllevar consecuencias negativas.
El cuento desarrolla asimismo el valor de la prudencia, a través del comportamiento de Elsa, quien si hubiera sido prudente no habría abierto la puerta a absolutamente nadie.
Finalmente el cuento nos enseña la osadía y el ingenio de la pequeña con su idea de continuar tapada con la manta y ocultarse bajo la cama a fin de que el lobo no la coja.

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