El sastrecillo valiente

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El sastrecillo valiente

El cuento de El sastrecillo valiente

Había una vez un sastrecillo que cosía alegremente un jubón en su taller. Pasó por allá una campesina vendiendo mermelada y el sastre, que era muy goloso, la llamó para adquirirle una poca.
Después se preparó una rebanada de pan con la rica mermelada y prosiguió cosiendo. Mientras las moscas comenzaron a atestar el pan y cuando el sastrecillo las vio, dio encima de la mesa un fuerte golpe para espantarlas. Al levantar la mano se sorprendió de su fuerza:
– ¡Mas si he matado 7 de un golpe! ¡Esto sí es ser valiente! ¡Voy a contárselo al mundo entero!
Con lo que el pequeño sastre se cosió un cinturón en el que bordó la oración “Siete de un golpe” y salió lleno de orgullo a recorrer el planeta.
Llegó a lo alto de una montaña y allá se halló a un gigante. Al ver este lo que afirmaba el cinturón del sastrecillo lo miró con menosprecio y por último lo desafió.
– ¿Tan valiente eres que derruiste a 7 de un golpe?
– Sí señor, a 7.
– ¡Si es de esta forma demuéstralo! Ven a mi gruta a pasar la noche si te atreves.
– ¡Voy a ir encantado!
La gruta era muy grande y si bien el gigante ofreció una cama al sastrecillo, prefirió pasar la noche acurrucado en un rincón.
A media noche, el desalmado gigante, que pensaba que el sastrecillo dormía plácidamente en cama, cogió una barra de hierro y dio un golpe sobre ella.
Mas cuando al día después el gigante vio que el sastrecillo estaba vivo, tuvo tanto temor de que quisiese terminar con él que escapó asustado.
El sastrecillo prosiguió con su viaje y llegó al palacio del Rey. Como estaba cansadísimo de tanto caminar, se tumbó un rato a reposar. Mientras que dormía unas gentes leyeron la inscripción de su cinturón: “Siete de un golpe” y como pensaron que se trataba de un esencial caballero corrieron a informar al Rey.
El Rey deseó contratarlo, mas no terminaba de estar seguro, con lo que deseó probarlo.
– Vas a deber terminar con los 2 gigantes que hay en el bosque y que asolan mi reino. Te advierto que son desalmados y que absolutamente nadie se atreve a acercarse a ellos, con lo que si lo logras te daré en señal de gratitud la mano de mi hija y la mitad de mi reino.
– ¡Admito!, afirmó con solidez el sastrecillo.
Al llegar al bosque el sastrecillo se halló a las 2 bestias durmiendo de manera profunda.
Observó que justo encima de ellos caían las ramas de un árbol. Se llenó los bolsillos de piedras y se subió a las ramas. Comenzó a lanzar las piedras sobre el pecho de uno de los gigantes, que al cabo del rato se dio cuenta y se despertó gritándole al otro:
– ¿Qué ocurre? ¿Por qué razón me quejas?
– ¡Mas qué afirmas! ¡Sueñas!
Se volvieron a dormir y el sastrecillo volvió a lanzar piedras sobre el pecho, esta vez, sobre el otro gigante.
– ¿Mas qué haces?, chilló malhumorado el gigante
– Nada, dormía. ¡Mas me terminas de despertar!
– ¡Patraña, me tirabas piedras!
Discutieron un rato los 2 gigantes, mas como estaban tan cansados no duró mucho la contienda y se volvieron a dormir. En ese instante el sastrecillo lanzó la piedra más grande que guardaba sobre el primer gigante.
– ¡¡Ahora si que te has pasado!! – afirmó el gigante, y brincó sobre su compañero y se enzarzaron en una disputa con sus fuerzas en la que arrancaron aun leños de golpe y que por último terminó con la muerte de los 2.
Con su objetivo cumplido, el sastrecillo volvió al reino diciendo que había sido quien los había matado.
Mas el Rey proseguía dudando conque le puso un nuevo reto.
– Ya antes de tomar la mano de mi hija y la mitad de mi reino deberás atrapar al unicornio que hay en el bosque.
El sastrecillo salió en su busca proveído de una cuerda y un hacha y cuando lo vio, este corrió rápidamente a embestirlo. Mas el sastrecillo fue más listo y se escondió velozmente tras un árbol, lo que hizo que el unicornio quedase clavado con su furia en el árbol. El sastrecillo le anudó la cuerda al cuello, cortó con el hacha el cuerno y volvió a presentarse frente al Rey.
Mas el monarca proseguía sin estar conforme y le ordenó una nueva labor.
– Deberás apresar al cerdo salvaje que hay suelto por el bosque y que genera tantos estropicios.
El sastrecillo volvió al bosque y cuando el cerdo salvaje lo vio, corrió contra él presto a hacerlo añicos. El sastrecillo vio entonces una capilla que había muy cerca y de un salto se subió a una de sus ventanas. El cerdo salvaje entró en la capilla y cuando deseó salir se halló con que el sastrecillo había cerrado la puerta por fuera.
Nuevamente volvió el sastrecillo a palacio henchido de orgullo y esta vez el Rey no tuvo más antídoto que admitir que se casase con su hija y se quedase con la mitad de su reino.
Pasado el tiempo la princesa oyó a su marido charlar en sueños:
– ¡Chico, termíname el jubón y cose los pantalones si no deseas que te mida la espalda con esta encalla!
Velozmente pensó que su esposo no era un guerrero sino más bien un vulgar sastre y se presentó frente al Rey demandando el divorcio. Su padre decidió que dejara la puerta abierta del dormitorio la próxima noche y cuando el sastre volviese a reiterar sus palabras, los guardas reales lo atraparían y conducirían a un sitio lejano por farsante.
Mas las palabras del Rey fueron oídas por un escudero leal al sastrecillo que asistió a contarle el plan que tenían contra él.
Al día después, cuando la princesa pensaba que su marido dormía se levantó a abrir la puerta y entonces , que se hacía el dormido mas estaba realmente bien despierto, empezó a gritar:
– ¡Chaval, termíname el jubón y cose los pantalones o bien te voy a medir la espalda con esta encalla! ¡Por algo he matado a 7 de un golpe, a 2 gigantes, un unicornio y un cerdo salvaje!
Tras estas palabras absolutamente nadie más volvió a cuestionar al sastrecillo y menos todavía, a enfrentarse a él.

Qué aprendimos del cuento El sastrecillo valiente

Este cuento nos enseña de qué forma el ingenio puede ser más poderoso que la mayor de las fuerzas. Un caso lo hallamos en el propio sastrecillo, que sin ser demasiado fuerte, consigue derruir aun a gigantes merced a su ingenio y su argucia.
Por otra parte, asimismo enseña indirectamente lo esencial que es la autoconfianza. Puesto que si no fuera por lo mucho que el propio sastrecillo cree en si mismo, no hubiera sido jamás capaz de efectuar las proezas que consiguió.

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