Los pintores de sueños

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Los pintores de sueños

El cuento de Los pintores de sueños

Érase una vez, en un país lejanísimo, un gobernante ególatra y avaricioso que jamás estaba satisfecho con nada. Los habitantes de aquel país trabajaban sin reposo a fin de que aquel soberano pudiese gozar de una vida llena de comodidades.
Lo que más le agradaba a este gobernante era coleccionar cuadros y obras de arte. Se gastaba millones y millones de monedas de oro en cuadros, grabados, acuarelas, estatuas y todo clase de objetos artísticos que pudiese haber.
A lo largo de un fría noche de invierno aquel gobernante tuvo un sueño. Cuando se despertó no sabía realmente bien qué había soñado. Una sensación de tristeza y amargura le acompañó a lo largo de todo el día.
A lo largo de muchas noches prosiguió soñando con lo mismo, sin saber realmente bien qué era lo que ocurría en sus sueños. Hasta el momento en que un día algo le despertó en la mitad de la noche y recordó algo de lo que pasaba en sus sueños.
Hizo llamar corriendo a su consultor personal y le ordenó que reuniera a todos y cada uno de los pintores del país y de los países vecinos con emergencia.
-¿Qué sucede, señor? Parecéis angustiado.
-He soñado que mil hombres y mil mujeres pintaban todo cuanto me circunda para poder salvarlo de la destrucción.
Cuando todos y cada uno de los pintores y dibujantes estaban reunidos les contó lo que deseaba de ellos:
-Estimados amigos, sabéis que cariño y valoro vuestro trabajo. El día de hoy necesito solicitaros algo. He soñado que un espíritu desalmado venía y asolaba todo, dejando a salvo solo aquello que estuviese retratado en una obra de arte. Por consiguiente, queridos artistas, necesito que entre todos pintéis todos los rincones del país, con todo cuanto en ellos haya.
Los artistas se pusieron manos a la obra. Recorrieron todos los rincones del país para dejar testimonio en sus cuadros de lo que hallaban.
Cuando acabaron retornaron al palacio y le entregaron al gobernante sus pinturas y dibujos. El pobre hombre se quedó mudo de horror.
-¿Qué es esto? ¿Dónde se encuentran los prados verdes, la preciosas casas de colores y los alegres parques infantiles? ¿Por qué razón va la gente vestida con arrapos? ¿Por qué razón tienen esa cara tan triste?
-Señor -respondió el pintor más joven-, hemos hecho lo que nos solicitasteis. Solo hemos pintado lo que hemos encontrado. La gente no tiene tiempo ni dinero para cuidar sus jardines ni pintar sus casas. Trabajan tanto y ganan tan poco que no pueden permitirse adquirir ropas nuevas.
-¿Eso es lo que les hace estar tan tristes? -preguntó el gobernante.
-No, señor -se atrevió a contestar su consultor-. Están tristes por el hecho de que derrocha y desperdicia el dinero de los impuestos que tanto les cuesta abonar en contemplar cuadros que solo le muestran lo que desea ver. Mientras que vive insatisfecho con sus riquezas tienen subsistir alimentados por la esperanza de que, cualquier día, alguien os haga ver la realidad.
Entonces, el gobernante entendió su sueño. Aquel espíritu maligno no era más que su avaricia, que acabaría destrozando todo si no hacía algo para solucionarlo.
Esa tarde mandó vender todo los cuadros y riquezas. El dinero que consiguió lo dedicó a asistir a los habitantes del país a reparar sus casas, a edificar mejores escuelas y a traer a los mejores médicos para curar sus enfermedades.
Aquel gobernante ya no volvió a tener sueños oscuros, sino más bien visiones de un país próspero en el que toda la gente era feliz.

Qué aprendimos del cuento Los pintores de sueños

Este cuento enseña a los más pequeños que el egoísmo y la avaricia, o bien el anhelo por tener cada vez más y más, son algo muy negativo que solo llevan consigo dificultades. A fin de que lo comprendan tenemos el ejemplo del protagonista de este cuento. Un gobernante que estaba tan preocupado por adquirir cuadros que era inútil de percatarse de la situación en la que se hallaba su pueblo. Solo cuando se dio cuenta de su fallo y fue espléndido logró que los habitantes de su país fuesen felices.

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