Didi, el duende chismoso

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Didi, el duende chismoso

El cuento de Didi, el duende chismoso

Érase una vez un duende enano que vivía en un bosque rodeado de un montón de animales. Se llamada Didi y era un duende muy, mas que muy murmurador.
Siempre y en toda circunstancia andaba chismorreando y enterándose de las vidas de todos y cada uno de los animales y su mayor defecto era que no sabía guardar un secreto. Toda vez que se enteraba de algo, no vacilaba en contárselo al mundo entero.
Un día, mientras que estaba sentado bajo un árbol, oyó una voz que le dijo:
– Didi, está feísimo no guardar los secretos del resto. Mi consejo es que pienses sobre ello y te percates de que eso no está bien. Si no, las cosas podrían ponerse feas y jamás vas a tener la confianza de absolutamente nadie .
Quien charlaba era Bubú, un anciano búho que sabía un montón de cosas y siempre y en todo momento daba consejos a todos y cada uno de los animales para procurar que las cosas siempre y en toda circunstancia fueran bien.
– ¡Qué tontería! A mi me da lo mismo que absolutamente nadie confíe en mi. ¡Eso no sirve para nada!, respondió Didi al viejo búho.
Didi prosiguió cotilleando las vidas del resto animales y contando a los 4 vientos cada cosa de la que se enteraba. Y, pasados los años, volvió a encontrarse con Bubú.
– Didi, prosigues siendo muy murmurador y no respetando los secretos del resto. Te recuerdo que la confianza es algo fundamental y si todo el planeta se entera de que no sabes guardar sus secretos vas a perder la confianza de todos – le afirmó el viejo búho.
– ¡Buah! Eso son chorradas! – afirmó Didi
El duendecillo jamás hizo caso a los sabios consejos de Bubú y un día pasó algo que no aguardaba.
Se enteró de que en unos días los ratones organizarían una enorme celebración sorpresa para todo el bosque y a la que vendrían convidados de todos y cada uno de los planetas.
Didi no tardó un segundo en contarlo al mundo entero. Mas lo que Didi no sabía es que se trataba de un encerrona que le habían preparado los ratones y otros animales del bosque que estaban hartos de que fuera tan curioso y cotilla.
De este modo, el enorme día de la celebración llegó y todos y cada uno de los animales del bosque estaban expectantes de ver lo que pasaría:
– Mas si acá no existe ninguna celebración – afirmó un conejillo
– A mi me afirmó Didi que sería una celebración magnífica y que vendrían animales de todo el planeta – afirmó una ardilla
– Y a mi me afirmó que todo estaría lleno de comida y dulces – afirmó un osezno
Cuando Didi llegó, todos y cada uno de los animales lo abuchearon:
– ¡¡Buuuuu!! ¡¡Buuuu!! ¡Acá no existe ninguna gran celebración! ¡Te lo has inventado todo!
– ¿De qué forma? ¡Mas si me lo contaron los ratones! ¡No puede ser, acá debe haber una celebración! – respondió Didi.
Entonces, los ratones explicaron a todos que aquello era un plan para darle una lección Didi y que dejase de contar las cosas que oía sobre el resto y aprendiese a guardar un secreto.
– Didi, eso está feísimo. Jamás más confiaremos en ti – le afirmaron todos y cada uno de los animales.
Didi se quedó solísimo y mientras que se lamentaba por lo ocurrido apareció Bubú, el viejo búho.
– Didi, te recomendé que pensases sobre lo que hacías y que cambiaras de actitud pues sino más bien perderías la confianza de todo el planeta. Ahora todos saben que eres un cotilla y que no sabes guardar un secreto conque absolutamente nadie te volverá a contar nada jamás. – le afirmó Bubú.
Didi se dio cuenta de su fallo y de lo esencial que era ganarse la confianza del resto. Siempre y en toda circunstancia recordó la vergüenza que pasó cuando todos y cada uno de los animales se percataron de que aquella celebración era patraña y desde ese momento siempre y en todo momento guardó los secretos de todos y jamás chilló a los 4 vientos todo aquello de lo que se enteraba.
Le costó un buen tiempo, mas poquito a poco probó que había comprendido el valor de la confianza y el respeto y los animales volvieron a confiar en él.

Qué aprendimos del cuento Didi, el duende chismoso

La historia de Didi explica que una forma de probar a nuestros amigos que los respetamos es respetando asimismo sus secretos. Da lo mismo si nos los cuentan personalmente o bien si los oímos por ahí. En ningún caso podemos contarlos a el resto. Es una ofensa muy grande que no solo puede hacer mucho daño a nuestros amigos, sino tal como le termina ocurriendo al protagonista de este cuento, solo logrará que nos quedemos completamente solos por el hecho de que absolutamente nadie desee confiar en nosotros.

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