El buscador de tesoros

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El buscador de tesoros

El cuento de El buscador de tesoros

Aldo era un joven buscador de tesoros valiente y luchador. Al lado de su caballo Blago recorría el planeta en pos de fama y riquezas.
Un día una vieja hechicera le contó el secreto de un enigmático tesoro oculto en una gruta en el Reino de los Orcombres. Los orcombres eran una criaturas despreciables, una raza experimental que mezclaba lo peor de los orcos y de los hombres. Según lo que parece, el cofre guardaba el mayor tesoro del cosmos.
Aldo partió inmediatamente cara el Reino de los Orcombres a lomos de su inseparable Blago, resuelto a hallar el enigmático tesoro y transformarse de esta manera en el hombre más rico de la historia.
Mas cuando llegó al sitio indicado por la hechicera descubrió que precisaba una llave que, conforme parecía, estaba protegía en el castillo de Odbratán, el rey de los orcombres. Al lado del cofre del tesoro había un pergamino que señalaba precisamente dónde estaba oculta la llave y ciertas instrucciones para entrar. Aldo y Blago se pusieron en marcha.
Cuando llegaron, Aldo observó paciente el castillo. Examinó detenidamente sus defensas y las costumbres de sus guardas. A lo largo de la noche de la tercera jornada de observación, Aldo se deslizó sigiloso y logró entrar en el castillo. Con paciencia y templanza logró llegar hasta el escondite de la llave.
Mas la emoción le traicionó y cometió un fallo. Uno de los orcombres que protegía la llave lo descubrió y dio la voz de alarma. En cuestión de segundos, un ejército de orcombres apareció jadeando de saña. Con la llave en la mano, Aldo salió de allá como ánima que lleva el demonio. Blago estaba aguardándolo escondo tras unos matorrales, y juntos salieron corriendo de allá.
Los orcombres comenzaron a dispararles flechas y dardos, y a lanzarles todo género de instrumentos. Mas los 2 amigos consiguieron escapar.
Tras múltiples horas cabalgando lograron llegar nuevamente al sitio donde estaba oculto el tesoro. Aldo se aproximó mas, justo cuando iba introducir la llave, Blago cayó fallecido al suelo. Estaba tan fatigado que el agotamiento pudo con él.
Aldo lloró desconsoladamente la muerte de su amigo Blago.
– Ningún tesoro en el planeta va a poder nunca calmar la pena de perderte, amigo mío -lloró Aldo -.
Con mucha pena, Aldo decidió abrir el cofre. Su amigo había fallecido por llevarle hasta él, y decidió que esa sería la mejor forma de honrarle.
Mas cuál fue su sorpresa al descubrir que en el cofre no había más que un pergamino. Lo sacó y le leyó en voz alta:
«El mayor tesoro del planeta acá hallarás:lo que de veras precises para ser feliz hallarás».
Cuando Aldo acabó de leer el pergamino miró al cofre y le chilló enfadado:
– ¡No necesito ningún tesoro para ser feliz! Ninguna riqueza calmará la pena de haber perdido a mi amigo.
En ese instante, Blago se puso de pie.
– ¡¿Blago?!-afirmó Aldo, abrazando a su caballo. Y juntos se fueron de allá a sabiendas de que el mejor tesoro del planeta hacía tiempo que lo habían encontrado el uno en el otro.

Qué aprendimos del cuento El buscador de tesoros

El cuento nos habla esencialmente del valor de la amistad, en un caso así de la que hay entre Aldo y su caballo Blago. Los pequeños van a poder comprender hasta dónde puede llegar este sentimiento entre 2 seres al ver de qué forma el caballo Blago es capaz de sacrificarse y cabalgar hasta quedar absolutamente agotado por salvar a Aldo del ataque de los Orcombres.

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