Violinete, un doctor diferente

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Violinete, un doctor diferente

El cuento de Violinete, un doctor diferente

Esta es la historia de Violinete, un doctor poco corriente. Violinete no curaba pequeños como hacen los pediatras, ni tampoco animales como hacen los veterinarios. Violinete curaba violines, unos instrumentos muy frágiles que, cuando se hacen daño, lo pasan muy mal.
Todos y cada uno de los violinistas del planeta visitaban al doctor Violinete a fin de que curase a sus violines cuando se hacían daño. Mas la auténtica especialidad de este doctor era lograr que los instrumentos recuperaran su alegría cuando no sonaban bien.
Un día llegó un señor rarísimo a la consulta del doctor Violinete. Este señor traía un montón de violines en un saco. El doctor sintió un enorme dolor al ver a aquellos violines tan maltratados. No podía ni charlar. Entonces, el señor le afirmó a Violinete:
– Me han dicho que es un genuino genio curando violines.
– Eso afirman -respondió el doctor.
– Puesto que acá le traigo un montón de violines viejos -afirmó el señor-, a ver si es capaz de hacerlos sonar un tanto. Su sonido es triste y apagado. Si no logra que suenen los usaré para nutrir el fuego de la chimenea.
– Lo lograré -afirmó Violinete enseguida -. Vuelva en un mes.
El doctor Violinete se atemorizó mucho cuando aquel señor le afirmó que deseaba abrasar los violines, con lo que se puso a trabajar con ellos en ese instante. Primero les quitó sus viejas cuerdas oxidadas y los limpió bien. Cuando estuvieron bien limpios les curó todas y cada una de las heridas que tenían.
Mas cuando Violinete miró en los violines, por medio de esas rehendijas que se llaman efes, vio algo que le llenó de dolor. ¡Aquellos violines tenían el ánima rota!
– ¿Qué os ha pasado, amigos? -afirmó el doctor.
Sorprendentemente, los violines respondieron:
-Las personas que nos tocaban estaban tristes -afirmó el violín más viejo-, y su tristeza fue poquito a poco entrando en nosotros. Y cuanto más tristes estaban , peor era nuestro sonido.
– Nuestros dueños nos culpaban a nosotros de su tristeza, y nos trataban muy mal -afirmó otro violín más joven -. Nos afirmaban que éramos malísimos por no sonar bien. Mas la culpa no era nuestra.
– Entonces llegó el señor del saco -afirmó otro violín -y nos llevó con él.
– No os preocupéis, os arreglaré a fin de que sonéis como los mejores violines del planeta.
El doctor Violinete se esmeró como jamás para sanar a sus pacientes y les fabricó un ánima nueva. El ánima de los violines es de madera. El doctor empleó la mejor que tenía y se la hizo perfecta. Asimismo les fabricó un puente nuevo, esa pieza de madera sobre la que se apoyan las cuerdas para poder vibrar y producir su bello sonido.
Cuando el señor del saco retornó y vio el trabajo del doctor se quedó sorprendido. Cogió uno de los violines y comenzó a tocar. ¡Era un sonido fantástico! Mas, poquito a poco, el sonido comenzó a ser feo, pobre y triste.
– ¿Qué pasa? -preguntó el hombre del saco.
– Veré -afirmó el doctor Violinete mientras que examinaba el violín -. Pruebe con otro mientras.
El hombre del saco tocó otro violín. Y pasó lo mismo. El instrumento comenzó a sonar realmente bien y, poquito a poco, se fue apagando su sonido.
Todo parecía estar bien, menos una cosa. Cuando Violinete miró en los violines vio que sus ánimas comenzaban a agrietarse. Probó a tocar mismo y, para su sorpresa, los violines comenzaron a sonar mejor y mejor conforme los tocaba.
El doctor entendió que aquellos violines tan viejecitos precisaban ser tocados con cariño y por alguien que quisiese gozar de ellos. Conque se los adquirió al hombre del saco.
Desde ese momento, el doctor Violinete recoge a todos y cada uno de los violines viejos en su casa y los cura con mucho mimo. Algunas veces, algún violín es adoptado por alguna persona afable y cariñosa que se lo lleva para tocarlo y cuidarlo. Y cuanto más cariño le pone el violinista, mejor sonido logra de su violín.

Qué aprendimos del cuento Violinete, un doctor diferente

La historia del doctor Violinete nos habla de alguien con un enorme corazón. Una persona llena de sensibilidad y bondad capaz de conmoverse frente al sufrimiento de los violines y capaz asimismo, de hacer el ahínco de quedarse con ellos para eludir que el ánima de los violines volviese a romperse.

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