El gato Kato

Hoy el Cuento de la categoria Cuentos Originales sobre El gato Kato

El gato Kato

El cuento de El gato Kato

Todas y cada una de las mañanas el gato Kato se levantaba temprano para apresar ratones. Mas el gato Kato jamás cogía ninguno, por el hecho de que le daba mucha pena hacerles daño.
Al comienzo, los ratones escapaban del gato Kato. Mas cuando los ratones descubrieron que el gato no se los comía dejaron de huir y comenzaron a burlarse del pobre gato. El gato Kato no comprendía las mofas y se lo tomó como un juego. Juntos se divertían mucho, o bien cuando menos eso era lo que creía el gato.
Corrió la voz de que en aquella casa había un gato que no se comía a los ratones, con lo que todos y cada uno de los roedores de los aledaños se fueron a vivir a la casa del gato Kato.
Mas a los dueños de la casa no les hizo mucha gracia que la casa se llenase de ratones, y conminaron al gato Kato con echarlo de casa si no se deshacía de ellos.
– Desde este momento no te vamos a dar de comer -le afirmó el dueño de la casa al gato Kato -. Si tienes apetito, caza ratones. Y si no te los comes procuraré otro gato y te vas a ir de acá.
Mas el gato Kato no deseaba irse, ni tampoco comerse a los ratones. Les había cogido cariño. Mas los días pasaban, y el gato Kato tenía mucha apetito. No tenía fuerzas ni para jugar con sus amigos ratones.
Ningún ratón se preocupó de lo que le pasaba al gato Kato. Solo se reían y se burlaban de él mientras que se comían el queso que le habían robado al dueño de la casa.
– Si proseguís de esta manera me van a echar y van a traer a otro gato hambriento que os va a comer – afirmó el gato Kato a los ratones -. ¿Por qué razón no me dais algo de comer? Paso apetito por culpa vuestra.
– ¿Tienes apetito? -le preguntaban-.¡Puesto que caza ratones, que para eso eres un gato!
Estas y otras mofas eran las que debía soportar el pobre gato Kato. Solo varios ratones le llevaban a ocultas un tanto de comida al gato Kato cuando absolutamente nadie los veía.
Por último, el dueño de la casa echó al gato Kato y lo reemplazó por un gato enorme. Este sí que era un gato feroz. Cuando llegó se lanzó a por los roedores. Tuvo suerte el nuevo gato. Los ratones estaban tan gorditos y tan habituados a que el gato Kato no les hiciese nada, que fue muy simple cazarlos.
Mas los ratones que habían ayudado al gato Kato, como habían compartido su comida con él, no estaban tan gorditos y consiguieron huir. Cuando estaban fuera de la casa fueron en busca del gato Kato, que se había asilado en la cabaña de una viejecita que vivía sola muy cerca de allá y que lo había acogido con mucho cariño.
– ¿Qué hacéis acá? -les afirmó el gato Kato a los ratoncitos -. ¿Os ha pasado algo?
– Llevabas razón, gato Kato -afirmó uno de los ratones -. Ha llegado otro gato y se ha comido a todos los otros.
– Nosotros hemos logrado huir -afirmó otro ratoncito-, mas ahora no tenemos dónde ir.
– Vosotros fuisteis buenos conmigo, con lo que os lo voy a dar las gracias -afirmó el gato Kato-. Si me prometéis no incordiar a la pobre anciana que me ha acogido, podéis quedaros conmigo. Eso incluye no deteriorar nada y no hurtarle el alimento.
– Y entonces, ¿qué vamos a comer? -le preguntaron.
– Yo compartiré mi comida con vosotros, como bueno amigos -respondió el gato Kato.
Los ratones prometieron portarse bien y se quedaron a vivir con el gato Kato en la casa de la anciana.
Y de esta manera fue como el gato Kato y los ratones vivieron felices compartiendo lo que tenían y respetándose los unos a los otros.

Qué aprendimos del cuento El gato Kato

La historia del gato Kato nos enseña que debemos compartir con el resto lo que tenemos, si bien tengamos poco como le ocurre a los ratones con su comida. Eso, entre otras muchas cosas más es lo que hacen los amigos. Quienes asimismo agradecen, como hace el gato Kato, a quien les ayuda y les devuelven el favor cuando tienen ocasión.

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