El lechero avaricioso

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El lechero avaricioso

El cuento de El lechero avaricioso

Había una vez un lechero que trabajaba duro para sostener a su familia. Todos y cada uno de los días se levantaba temprano para ordeñar las vacas y llevar la leche a la gente de la urbe que había del otro lado del río donde estaba su granja.
Un día se le ocurrió que podría agregar un tanto de agua a la leche y de este modo podría sacar más dinero con exactamente el mismo esmero. Y de esta forma lo hizo. Tras ordeñar las vacas, el lechero agregó un cacito de agua en todos y cada jarro ya antes de salir. Como vio que la gente apenas apreciaba la diferencia, comenzó a incorporar poco a poco más agua, de tal modo que empezó a ganar cada vez más dinero por exactamente la misma leche y en escaso tiempo el lechero se hizo rico merced a sus engaños.
Con el dinero que ganó, el lechero se adquirió una casa más grande, ropas muy elegantes e inclusive joyas que lucía con atrevo. La gente se comenzó a consultar de qué manera era posible que aquel lechero, de súbito, pudiese permitirse adquirir todas y cada una esas cosas.
En aquella urbe vivía un viejo muy sabio que llevaba tiempo sospechando de las trampas del lechero, y decidió darle una lección.
El sabio echó en la fuente de la que emanaba el agua de la urbe unas gotas de un líquido singular que hacía que el agua cambiara de color al calentarse. Si bien no era venenoso la gente se amedrentó al ver que el agua se ponía verde. El viejo sabio no descubrió sus planes, mas recomendó a la gente solo tomaran leche mientras que descubría qué ocurría.
A lo largo de unos días, la gente de la urbe solo tomó la leche del lechero, que vio de qué manera su riqueza aumentaba.
Entonces, el viejo sabio echó las gotas en la fuente de la que el lechero sacaba el agua que agregaba a la leche que vendía.
Cuando la gente de la urbe vio que la leche se ponía verde igual que el agua, entendieron que el lechero les había estado engañando y se había hecho rico vendiendo leche aguada.
La gente de la urbe deseaba ir a casa del lechero para quitarle las riquezas que había ganado haciendo trampas, mas el viejo sabio les persuadió para darle un escarmiento de otro modo.
– Tengo una idea mejor-afirmó el viejo sabio a los miembros del consejo del pueblo-. Vamos a poner un cartel de aviso en la fuente diciendo que el agua está envenenada y que no se puede usar. Eso va a hacer que el lechero piensa que no puede agregar agua a su leche.
Cuando el lechero vio el cartel de la fuente sintió que el planeta se le venía encima. ¿Qué iba a hacer ahora? Ciertamente no le quedó más antídoto que vender su leche sin licuar. Mas claro de esta forma no podía vender tantos litros como anteriormente, conque comenzó a ganar menos dinero. Y como no ganaba suficiente para sostener su nueva casa debió venderla y regresar a la granja donde había vivido siempre y en toda circunstancia.
El lechero aprendió la lección y jamás más volvió a licuar la leche.

Qué aprendimos del cuento El lechero avaricioso

Este cuento nos enseña lo esencial que es ser honrados y decir la verdad. Nos enseña el ejemplo de un lechero que es todo lo opuesto, puesto que es tan avaricioso que no duda en engañar y mentir a la gente del pueblo para de este modo vender más leche y lograr más dinero.
El ingenio del viejo sabio sirve para probar a todos lo mal que se había portado el lechero y a este por último no le queda más antídoto que abandonar a todo cuanto había ganado.

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