El príncipe Bao y la búsqueda del tesoro escondido

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El príncipe Bao y la búsqueda del tesoro escondido

El cuento de El príncipe Bao y la búsqueda del tesoro escondido

Cuenta la historia de leyenda que, en el fondo de una gruta obscura ubicada en la mitad del Bosque de los Secretos, estaba oculto un cofre lleno de tesoros. A lo largo de siglos el cofre estuvo escondo en la gruta hasta el momento en que el príncipe Bao, hijo del rey más déspota de todos y cada uno de los tiempos, al fin pudo hallarlo.
Cuando el príncipe Bao retornó a su palacio le presentó el cofre a su padre, que deseó abrirlo enseguida. Mas fue imposible. El cofre no tenía cerradura, mas algo impedía levantar la tapa y mirar en su interior. Lo golpearon con todo género de armas, procuraron hacer palanca con todo género de objetos, aun lo tiraron desde la torre más alta a ver si reventaba… mas nada. Todos y cada uno de los sacrificios fueron en balde.
Tal era la desesperación del rey por abrir el cobre que prometió la mitad del tesoro al caballero que fuera capaz de abrirlo. Miles y miles de hombres pasaron por delante del cofre para procurarlo, mas fue inútil.
Entonces el rey conminó con subir los impuestos si absolutamente nadie lograba abrir el cofre. Los campesinos, labradores y artesanos del reino se amedrentaron mucho, y fueron los próximos en procurar abrirlo. Mas fue imposible.
Ante aquel descalabro el rey se encolerizó mucho, y ordenó golpear a una persona al azar por cada hora que el cofre estuviese cerrado. Mas la orden no llegó a cumplirse pues el rey cayó enfermo preso de su saña y debieron encerrarlo a fin de que no contagiase a absolutamente nadie. El príncipe Bao aceptó el trono provisionalmente y anuló la orden.
Tras solicitar perdón a los súbditos del reino por los desatinos de su padre se aproximó al cofre y se sentó junto a él. Entonces se percató de que no había intentado abrirlo, de esta forma lo observó detenidamente. Su sorpresa fue enorme cuando descubrió una inscripción al lado del sitio donde había de estar la cerradura. La inscripción decía:

Si riquezas deseas
abre tu corazón
y dame una razón
a fin de que te las entregue.
Que si afable eres
y tu pretensión es buena,
no voy a tener ninguna pena
de obsequiar mis recursos.

– ¡Eso es! ¡Claro! -exclamó el príncipe Bao tras leer la inscripción. Y le dijo:
– Siento mucho todo el daño que te hemos hecho. Mas si dejas que te abra, prometo repartir tus riquezas entre mi pueblo.
En ese instante, el cofre se alumbró y la tapa se levantó. Mas en su interior no había oro ni piedras hermosas. En su sitio había millones de estrellas que desprendían una luz que llenaban de paz todo cuanto alumbraban.
Bao abrió la ventana y le afirmó a las estrellas:
– Volad y repartíos entre la gente.
Todas y cada una de las estrellas obedecieron salvo una, que se quedó con Bao. El príncipe, agradecido, fue a la habitación donde estaba encerrado su padre y le obsequió la estrella. Al instante, su padre se curó de la saña y entendió lo que había pasado, y arrepentido, nombró rey a su hijo Bao a fin de que rigiera con la bondad y la esplendidez que había negado a su pueblo a lo largo de tantos años.

Qué aprendimos del cuento El príncipe Bao y la búsqueda del tesoro escondido

El príncipe Bao nos da en este cuento una enorme lección de bondad al solicitar a las estrellas que se repartan entre las personas del pueblo y obsequiar a su padre la única estrella que había decidido quedarse junto a él. Indudablemente una espléndida forma de que los pequeños comprendan lo agradable que es compartir aquello que tienen singularmente, cuando de esta manera pueden asistir a alguien que lo precisa.

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