El extraño caso del zoo que tenía… algo especial

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El extraño caso del zoo que tenía… algo especial

El cuento de El extraño caso del zoo que tenía… algo especial

Había una vez un zoo en el que vivían unos animales muy singulares. A primer aspecto parecían animales normales, que vivían en sus jaulas y hacían gracias cuando pasaban los pequeños a verlos.
Mas de noche, los animales del zoo salían por un pasadizo oculto que había en el suelo de sus jaulas para ir a un sitio secreto. Este sitio estaba escondo bajo tierra a fin de que absolutamente nadie más que los animales que vivían en el zoológico pudiese entrar.
Los animales del zoo pasaban allá la noche y volvían antes que saliese el Sol a fin de que los cuidadores no notaran su ausencia.
Un día un pequeño que se había escapado de casa se quedó en el zoológico a pasar la noche. Cuando salió de su escondite ya era muy tarde, mas la luz de la Luna llena alumbraba todo el parque zoológico. Se fijó primero en los monos, y vio que desaparecían por una puertecita que había en el suelo de su jaula. Creyó que era extrañísimo, y se aproximó. Mas cuando llegó la trampilla ya estaba cerrada.
Sin darle demasiada relevancia se fue a ver a los osos, mas llegó justo cuando la puerta que había en el suelo de su jaula se cerraba. El pequeño comenzó a meditar que allá había algo extraño. Y se aproximó a la jaula de los elefantes. Ocurrió lo mismo, y justo cuando llegó la enorme puerta del suelo se cerraba.
El pequeño corrió muy deprisa a la jaula de las jirafas, mas una le vio y se lo afirmó a las otras. Tanta prisa se dieron a fin de que no las viese, que se les olvidó cerrar la puerta. Conque el chaval aprovechó para colarse por el pasadizo y también ir a ver qué pasaba.
Al pasar por la puerta cayó en una suerte de remolino que le condujo suavemente hasta donde estaban los animales. Para su sorpresa, uno de loseta animales se dirigió a él y le dijo:
– ¿Qué haces acá, pequeño curioso?
– ¿Me afirmas a mí, mono? – respondió el pequeño, aún confuso por la extraña caída.
– ¿A quién si no? – afirmó nuevamente el mono -. Eres el único pequeño que hay acá. Por si acaso no te has dado cuenta, acá solo hay animales.
El pequeño cayó entonces en la cuenta de que estaba rodeado de animales que no dejaban de musitar en un lugar extrañísimo.
– ¿Qué es esto? -preguntó el pequeño-. ¿Dónde estoy? ¿Por qué razón estáis acá? ¡Cáspita! ¡Si charláis y todo!
– Esto es un zoo encantado, pequeño amigo -afirmó un león que parecía mansísimo y noble-.Todos procedemos de un sitio mágico. Cuando los cazadores nos hallaron nos trajeron a este zoo y nos encerraron, mas un mago nos hizo este sitio a fin de que viniésemos por las noches y nos sintiésemos libres.
– Mas si esto es un sitio escondo bajo el zoológico, sin ventanas ni nada -afirmó el pequeño sorprendido-. ¿Dónde halláis acá esa libertad que afirmas?
En ese instante, las jirafas encendieron las candelas de las lámparas. Lo que el pequeño pudo ver le dejó fascinado.
– ¡Wow! -exclamó-. ¡Una biblioteca!
– Mas no es una biblioteca cualquiera -afirmó uno de los monos-. Esta biblioteca está repleta de libros de todos y cada uno de los tamaños, colores y olores, y están escritos en todos y cada uno de los idiomas posibles y también imposibles. Y cuando abres los libros sus historias te transportan a otros lugares, donde puedes vivir aventuras increíbles.
– ¿Puedo leer alguno? -preguntó el pequeño.
– ¡Claro! – intervino el tigre-.
Mas justo cuando iba a abrir el libro el chaval sintió una mano sobre su espalda y oyó una voz que le decía:
– ¡Ey! ¡Chaval! ¡Lúcida!
– ¿Qué? ¿De qué manera? ¿Dónde? – afirmó el pequeño, despistado. Cuando vio al guarda del zoo y se percató de que estaba amaneciendo y descubrió de que todo había sido un sueño.
– ¿Qué haces acá? -le preguntó el guarda. ¿Dónde se encuentra tu familia?
– Me he escapado -afirmó el pequeño-. Estoy fatigado de mis progenitores. Están todo el día riñiéndome por el hecho de que me porto mal. Seguro que ni tan siquiera han apreciado mi ausencia.
– ¡Entonces eres el chaval que esa pobre gente lleva buscando toda la noche! -afirmó el guarda, señalando a los papás del pequeño, que se aproximaban corriendo hacia él.
El pequeño iba a salir corriendo asimismo, mas de forma instintiva se echó la mano al bolsillo, donde halló un pequeño libro titulado «Descubre tu historia».
Miró a los animales, sorprendido. El mono le guiñó un ojo y le dijo:
– Que lo goces
Mientras que sus progenitores le abrazaban conmovidos, el chaval entendió que su visita a la biblioteca del zoo no había sido un sueño y comprendió bien el mensaje de sus nuevos amigos.
– Lo siento mucho – afirmó el pequeño a sus progenitores -. Sois los mejores papás del planeta, y un ególatra. Prometo no regresar a escaparme jamás más.
Sus progenitores lo acariciaron con cariño y le excusaron. El pequeño añadió:
– Voy a despedirme de los animales, aguardadme, por favor.
El chico se aproximó a sus nuevos amigos y le afirmó al mono:
– A partir ahora me portaré bien, y ya absolutamente nadie deberá reñirme ni castigarme. Gracias, amigo.
El mono se limitó a hacer su estruendos de mono, si bien le guiñó un ojo y le hizo un ademán con el dedo sobre la boca a fin de que no afirmara nada.
Desde aquel día, el pequeño no se aparta de su libro mágico, que lee sin parar, por el hecho de que todas y cada una los días le obsequia una historia en la que descubre lo fantástica que es su vida cuando se porta bien.

Qué aprendimos del cuento El extraño caso del zoo que tenía… algo especial

En este cuento se explica a los más pequeños lo esencial que es que obedezcan a sus progenitores y como de que soliciten perdón y se arrepientan cuando sean siendo conscientes de que se han equivocado. Pues por mucho que puedan meditar que sus progenitores les reñirán, seguro que los excusarán todas y cada una de las veces que sea preciso y los van a recibir con una enorme sonrisa.
Por otra parte el cuento asimismo hace una alusión interesante a lo que puede aportar la lectura a los pequeños, como por servirnos de un ejemplo, viajes mediante fantásticos mundos de fantasía.

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