Un ratón muy goloso

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Un ratón muy goloso

El cuento de Un ratón muy goloso

Pepito era un ratoncito regordete al que solo le agradaba comer tartas, dulces, gominolas y chocolate. Vivía con sus papás y su hermano en las paredes de una repostería en la que hacían un montón de cosas muy ricas y , sin que se diesen cuenta, Pepito salía todas y cada una de las noches a comer algo cuando todos dormían.
Su hermano Max lo envidiaba en cierta forma por el hecho de que jamás había probado los dulces mas sabía que no debía comerlos por el hecho de que sus progenitores le afirmaban que no eran buenos para sus dientes y su estómago.
– Deberías parar de comer tantos dulces Pepito, si se enteran nuestros progenitores se enojarán mucho. Sabes que lo tenemos prohibido – le afirmaba continuamente Max
– ¡No! Es lo que más me agrada y no dejaré de hacerlo
Mas a Pepito le daba igual. El era muy feliz comiendo todos esos dulces solo.
Tanto le charlaba a Max de las cosas tan ricas que comía en la repostería que al final lo terminó persuadiendo para ir juntos a comer dulces.
– No sé si es buena idea Pepito…
– ¡Sssssshh! No seas miedica. No va a pasar nada
– Tu hazme caso y no hagas estruendos
Cuando los 2 ratones entraron en la repostería se hallaron todo lleno de tartas y pasteles. En general Pepito comía los restos que hallaba en la basura, mas aquel día había considerablemente más comida que de costumbre y lo mejor es que era toda para ellos.
Pepito probó todo cuanto encontró: pasteles de crema, bizcocho, bolas de coco, tarta de queso, galletas de chocolate… al tiempo que Max, comió un trocito de madalena de arándanos y prefirió no proseguir comiendo.
– Pepito deseo irme a casa. Creo que me duele la tripa
– ¡Venga ya, mas si no has comido nada!. Yo no me marcho de acá. Todavía me quedan muchas cosas ricas por probar.
Max se fue a la ratonera y se metió en cama de forma silenciosa. Mas tenía la tripa tan llena no podía dormir. Estuvo despierto un buen rato aguardando a su hermano mas al ver que no llegaba comenzó a preocuparse.
– ¿No le va a haber pasado algo? Son más de las 12 y esa es la hora a la que el gato de los vecinos se sale a caminar… ¡Debo ir a procurarlo!
Cuando Max llegó a la repostería no vio en ningún lado a Pepito. Solo había pedazos de pasteles y tartas mordidos por todos y cada uno de los lados. Estaba a puntito de regresar a casa cuando oyó algo:
– ¡Aaaayyy! ¡Uy mi tripa! ¡Que alguien me asista por favor!
– ¡Pepito!
– Ayúdame Max, no me puedo levantar. Me duele tanto la tripa que no puedo moverme. Creo que he comido demasiados dulces aun para mi.
– No puedo Pepito, pesas mucho. ¡Ya sé! Tú aguárdame acá, volveré enseguida.
Max fue todo lo veloz que le dejaron sus patitas hasta la ratonera y despertó a sus progenitores para contarles lo ocurrido.
Entre los 3 cogieron a Pepito y lo llevaron velozmente a que lo viese el doctor Chis, quien le dio una medicina que le calmó un tanto y también hizo que se quedase dormido. Tras unas horas Pepito se despertó:
– Joven, has tenido suerte de que tu hermano volviese a por ti. Tenías una indigestión severa, mas apacible, te vas a poner bien.
– Gracias doctor – afirmó Pepito abochornado por su comportamiento – y gracias asimismo a vosotros, especialmente a ti, Max. He aprendido la lección. No volveré a desacataros y sobre todo jamás jamás nunca volveré a comer dulces, os lo aseguro.
Todos echaron a reír cuando Pepito afirmó esto mas la verdad es que el ratón cumplió su palabra y aún el día de hoy no ha vuelto a probarlos.

Qué aprendimos del cuento Un ratón muy goloso

Este cuento explica a los pequeños que deben obedecer las indicaciones de sus progenitores, en tanto que siempre y en todo momento procuran su bienestar. Así como esta idea nos enseña el valor de la amistad mediante la relación entre los ratones Pepito y Max, en la que este último no duda en exponerse y salir a buscar a su hermano.

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